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Wednesday, September 10, 2014

...de un viajero para otro viajero

Hace poco unas amigas me estuvieron pidiendo consejos de viajera, querían saber mi experiencia con las maletas y todos los otros preparativos que conlleva un viaje aventurero. En muchos sentidos unas vacaciones en hotel son diferentes a un viaje, tú pagas el hotel por anticipado y no tienes que preocuparte por la comida, ni la dormida, ni el equipaje, ni siquiera por el viaje del aeropuerto al hotel. Puedes llevar todas las maletas que quieras porque en definitiva no tendrás que cargarlas más de 5 minutos y en cuanto llegues al hotel habrá alguien dispuesto para llevarlas a tu habitación.

En un viaje nadie carga las maletas por ti, es un poco como la vida, tendrás que cargar en tu espalda las decisiones que tomaste antes de salir. Cada cosa que lleves que no tenga un oficio especifico te pesara todo el camino y estará ahí para recordarte que te equivocaste. Suena un poco radical, pero cuando tu cuerpo llega a su límite medio kilo pesa más que la conciencia más negra.

¿Porque viajo yo? Me han preguntado mucho sobre esto. ¿Porque viajar bajo las condiciones que viajo? Debo explicarlo, porque así como está escrito suena al viaje más mochilero del mundo, y tampoco es así. Yo no soy de ese tipo de personas que echa dedo, que duerme en carpa y no le importa dejar de bañarse varios días, creo que nunca podría sobrevivir a un viaje así; exijo por lo menos unos pocos lujos, y el baño no es algo que estoy dispuesta a dejar de lado. Lo que hago simplemente es un poco distinto a la forma que me educaron y a los privilegios que mi mama y mi papa me dieron cuando era niña. Puedo decir que es una pequeña rebelión en contra de mi estilo de vida cómodo. Cuando viajo me empujo a mí misma y me pruebo una y otra vez. Pruebo mis límites y mi resistencia, me pierdo y me encuentro constantemente y siempre descubro que soy más fuerte y más capaz de lo que jamás había pensado. Viajo en bus por horas, como más modestamente, camino sin descanso en los lugares más insólitos y tengo las aventuras más emocionantes, los mejores recuerdos. Es prácticamente imposible recordar un viaje sin sonreír o recordar esa vez que... hicimos un amigo de prisión...

Últimamente he dejado de viajar sola, ahora tengo un compañero de viaje tan incansable y tan dispuesto como yo, sin embargo los viajes no han dejado de ser para nutrir mi espíritu. Tengo la creencia muy arraigada que no viajar marchita el alma, lo convierte a uno en un ser que se conforma. Se conforma con el estilo de vida que el mundo diseño para él, con las presiones sociales que trae cada edad, con la vida que le toco y el trabajo que lo consume de lunes a viernes. Cuando viajo abro mi mente a nuevas experiencias, nuevas formas de ver la vida y voy descubriendo poco a poco lo que  espero de mi como persona y el camino que quiero seguir. Voy eligiendo un camino, inentendible para mi mama, sin presiones, sin deudas, sin ataduras. Soy un ser libre, libre para entender el mundo como yo quiera, sin limitaciones, libre para descubrir una cosa tras otra y darle un sentido único. Al final del día creo que la mayoría de gente cree que estoy loca, pero que más da, realmente soy feliz viviendo así. 

Tengo mil millones de experiencias, mil millones de fotos mentales y recuerdos emocionales. Cuando recuerdo una ciudad la recuerdo con el corazón, recuerdo lo que sentí en el momento que caminaba por sus calles, lo que era sentarme en una esquina y ver como el mundo pasaba frente a mis ojos y no me incluía; recuerdo la belleza y la fealdad. Mis recuerdos más vivos son los olores y los colores. De todo eso se nutre mi espíritu y mi creatividad. Si me ponen a enunciar mi ciudad favorita es prácticamente imposible, puedo añadir a la lista hasta 5 ciudades o crear listas paralelas. París, San Francisco, Budapest, Barcelona, Montevideo, St. Augustine.... la lista sigue cada una de las ciudades se robó una parte de mi corazón, en cada una de esas ciudades descubrí partes de mi hasta antes desconocidas. ¿Cómo no amarlas a todas?

Un consejo en particular, descubran cada ciudad con su corazón, abran su alma a las nuevas experiencias sin ponerlas en una categoría y aprenderán a vivir con libertad. Viajen o vacacionen o mochileen como más les guste.


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